Estos son los que más proliferan debido al intenso ritmo que
adquirieron los partidos de fútbol en la actualidad.
La fricción en la disputa del balón es casi permanente y
causa fundamental del Síndrome Compartimental, por la que se impuso el uso
obligatorio de canilleras protectoras desde el mundial de 1990 en Italia.
Es sabido que los músculos están contenidos en celdas
aponeuróticas poco flexibles, con lo que cualquier agente traumático directo,
puede generar un derrame hemático que ocupa un lugar inextensible.
Ello ocasiona compresión de los elementos nobles que
componen dicha zona agredida. El peor de los pronósticos es la isquemia
arteriolar. Luego la persistencia de ella por más de 12 horas acarrea necrosis
muscular infortunada.
Hemos visto en dos ocasiones y en arqueros, hematomas del
músculo psoas a nivel lumbar por impacto con la rodilla del delantero en un
salto.
Uno de ellos presentó
una paresia del nervio crural por lo que se drenó quirúrgicamente y logró su
rehabilitación al cabo de tres meses.
Tuvimos cuatro delanteros con traumatismos directos sobre la
zona de músculos gemelos
Los que produjeron compresión de pequeños vasos con estasis
y edema doloroso y un quinto jugador con traumatismo del tercio medio del
cuádriceps en cara externa. Ello ocasionó un derrame denominado de Morel
Lavallee. Tiene dicho contenido de sangre encapsulado, la característica de ser
a la palpación una masa blanda “en
oleaje”. Esta característica al ser extracompartimental, tiene el mejor
pronóstico dado que por simple punción se drena totalmente sin signos de
compresión compartimental
Sin embargo también
ocurren estos episodios de cuidado, sin agente traumático directo y lo ocasiona
un trabajo muscular repetido intenso como generalmente observamos en
pretemporadas. Allí el ejercicio intenso hipertrofia la masa muscular de tal
forma que puede verse comprimida, dentro de sus “envases aponeuróticos” y ello
ocasionar el síndrome que nos ocupa.
El ejemplo típico se ha dado en cara posterior de pierna
dado que una estructura muscular superficial llamada sóleo, en su borde
superior ó anillo del sóleo configura una celda fibrosa y comprime así a los
músculos flexores y tibial posterior que pasan por debajo, contra el plano óseo
de la tibia.
Fueron dos delanteros y dos marcadores laterales los que
padecieron parestesia de los músculos del tobillo y dedos, con dolor importante
al movilizar el miembro buscando distender dicha región.
Nunca medimos la presión intracelda pero en dos casos
realizamos fasciotomía quirúrgica para evitar daños mayores.
En los casos restantes y que no presentaron derrames, las
lesiones evolucionaron con intenso dolor
a la palpación en el sector de la inserción proximal del sóleo y el tratamiento
incruento, se llevó a cabo con infiltración corticoidea anestésica , reposo
absoluto y relajantes musculares vía oral más fisioterapia de apoyo.