sábado, 2 de junio de 2012

FRACTURAS EN EL FUTBOLISTA DE DIVISIONES INFERIORES

Contra lo que podría suponerse y estadísticamente hablando, los huesos de los jóvenes futbolistas que sufren fracturas en el campo de juego no son los de las piernas, que permiten que el deportista recorra la cancha sin pausa en la lucha por el control de la pelota. Sino aquellos que se encuentran en los miembros superiores y que sucumben durante las frecuentes caídas, especialmente en nuestros días donde lo físico impera ante la técnica.


Los huesos se quiebran porque deben soportar presiones superiores a su fuerza intrínseca y en algunos casos por déficit muscular, dado que “el hueso es sólo lo que el músculo quiere que sea”. Pero lo singular del caso es que, según los estudios en nuestro IMDyR el 2% de los adolescentes entre 10 y 16 años que juegan futbol sufre la fractura de algún hueso de dichos miembros, mientras que tan solo el 1% se ve afectado por una fractura de la pierna.

Dentro del grupo de los que sufren fracturas en miembros superiores, el promedio de fracturas lo encabeza la muñeca, y muy cerca los huesos del antebrazo. Luego durante la niñez y la adolescencia todos los huesos se encuentran en permanente cambio debido al crecimiento, por eso el tratamiento que requieren los sufridos elementos óseos de un niño ó de un adolescente de divisiones inferiores del futbol, será muy diferente del que se emplea en los de un maduro jugador profesional.

La diferencia no la hacen la destreza o el profesionalismo del deporte en cuestión, sino la edad de quien ha sufrido una fractura jugando futbol. Estas son tan diferentes de las que padecen los adultos, como  son diferentes por ejemplo, los trastornos psíquicos o los cardiovasculares en estas etapas de la vida.

Y allí está la el quid de la cuestión. Porque los métodos tradicionales para la curación de una fractura pueden resultar poco efectivos en el caso de que se trate de niños. Especialmente en el campo de la cirugía ortopédica.

A diferencia de lo que sucede en adultos, en los jóvenes jugadores los yesos, por citar un tratamiento incruento y soportado por tiempos prolongados, no suelen generar las rigideces observadas en el adulto y responden fácilmente ante adecuadas rehabilitaciones. Algo distinto ocurre en los adultos, por ejemplo.

Y una vez llegada la hora la fisioterapia generalmente no la es necesaria  para los niños. En cambio si es bien recibido es el hielo, férulas, vendajes suaves y aquellas rehabilitaciones que no causen dolor.

Dicho dolor restringe los movimientos y debe ser tomado en cuenta siempre, pues es un buen consejero de que algo no funciona bien.

En lo posible los padres e instructores deberán dejar de lado ansiedades perniciosas y dejar que el tiempo de rehabilitación junto al trabajo del médico completen su labor.

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