miércoles, 1 de noviembre de 2017

ENSEÑANZA ACTUAL

Cuantas idas y venidas para cumplir con algo tan simple como efectivo, como es la tarea de enseñar transmitiendo los conocimientos adquiridos, al alumno dispuesto a  abrevar los mismos. Siempre fue así. Por ello la docencia y el alumno. Uno sin el otro no tienen motivo de ser.

Claro, si la podemos hacer difícil para que la vamos a hacer fácil.

Dentro de las leyes de ese juego estarán los momentos buenos y malos. Aquí donde quizás el aplazo pase a ser un acicate y prepararse para una sana revancha

De allí surgirá el insuficiente pero también el sobresaliente. Sin dramatizar. Mi generación vivió entre estrictos bolilleros, “paseos por todo el programa”, y exámenes en marzo.

No dañaban nuestra autoestima .

Muchos estudiantes, por diversos motivos, han dejado paulatinamente el deseo de lograr lo mejor para ellos. En cambio hay algo que los deslumbra: trascender mediáticamente. Existe un deseo fervoroso de verse en alguna pantalla, aún una selfie.

La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimiento sino rehusarse a adquirirlo, decía Kart Popper. Y para Guillermo  Jaime Etcheverry, “el ser alumno de cualquier nivel, requiere una disposición a aprender basada precisamente, en el reconocimiento previo de que algo nos falta.”

Muchas veces son culpables el padre ó la madre, ó ambos. Han convertido al hijo en un ídolo que no es tal. Es sólo un niño, que debe adquirir conocimientos, respetando y agradeciendo al maestro, por suministrárselos, lo cual es su tarea específica. Sería bueno  entender que el maestro no es un rival del alumno y que el padre no puede transformarse en un  defensor dentro del área chica, maltratando al docente.

El insuficiente debería considerarse un acicate y a través del cual  superarse, porque así es la vida. Superación tras caída.


Con ello los padres,  pasarían a  actuar como actuaron los nuestros donde la palabra del maestro valía doble.

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